Sorprendentemente, en la era de las redes sociales, reina la soledad. Rodeados de ruido, de likes y dislikes, de lo políticamente correcto y lo moralmente inaceptable, parece que uno va construyendo su muro de insensibilización hasta el punto de quedar tan solo como mal acompañado.
La falta de autenticidad, de verdad, aunque fuere subjetiva, se parapeta tras una pantalla que no hace más que rubricar las máscaras que ya sosteníamos antaño cuando internet era sólo un sueño.
Cuesta tan poco darle al botón. Cuesta tan poco soltar un improperio de 140 caracteres. Cuesta tan poco olvidarnos de lo que hay detrás, de lo que hay debajo, de lo que provoca y evoca. Todo pasa y todo queda, pero lo suyo, ahora, es quedar, quedar en el anonimato, quedar en el subconsciente, ir haciendo mella en nuestro corazón hasta dejarlo bien acordonado, bien atado a una red de difícil escape.
¿Dónde quedó la verdadera valentía? ¿Dónde quedó el debate serio? ¿Dónde quedó el respeto al experto? Ahora todo parece ruido, grito, tertulia, espectáculo. No en balde uno se pregunta cuantos tweets en contra resistirá una verdad en mayúsculas. Si la noticia no vende, no sorprende y alarma, no vale.
Callar nos encierra en una triste soledad. Expresar en el océano de los algoritmos se antoja un grito frente al muro. Sí, al muro de las lamentaciones y las reclamaciones sin oídos ni encuentros.
En el mundo de la insensibilización, la intensidad es requisito de entrada. Sólo lo espectacular tiene cabida en el corazón, en la razón, en la economía, en la política… en la vida. Vivimos anestesiados por las falsas emociones, las emociones de otros, unas emociones que cada vez sentimos menos, que son sólo “ciencia ficción”. Llega un momento en que uno se ahoga y necesita parar para respirar.
¡¡Mmm… quizás sea eso!! Tal vez lo que nos convenga sea parar, no callar, pero sí descansar, romper con la vorágine de los mass media y de los mind media (orgánicos, pagados y ganados) para recuperar el tempo de nuestro corazón. Sentir el aliento de nuestra respiración y desde ahí buscar la coherencia cardíaca que nos procura la meditación. Porque la meditación sí nos conecta con el wifi de la condición humana, sí nos pone en generoso contacto con la compasión.
Menuda paradoja: las redes sociales nos aíslan, nos endurecen y nos hunden en la desolación, mientras que la silente meditación nos abre y nos predispone a la comunicación y la fe en un contacto más humano.
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Con este post, Manuel nos llevas a una de las distintas alternativas que tenemos para conseguir llegar a la esencia del ser humano, como es la Meditación. Lo cierto, que cualquier vía, Mindfulness, meditación, yoga, tai chi,etc. puede ayudarnos a conseguir una mejor conexión con nosotros mismos pero también con los demás.
Estoy de acuerdo en que en un momento de especial trascendencia social en que necesitamos menos ruído y más serenidad, ocurre todo lo contrario. Por lo tanto, no podemos dejar de entrenar para llenar este vacío que nos deja la red a la que aludes y la falsa creencia de que estamos acompañados por tener presencia en la red…Así que adelante, no dejemos de buscar este equilibrio y bienestar que nos aumentará los niveles de felicidad.
Eso es, menos ruido y más escucha. Ahí la meditación, sea apostillada por el mindfulness más moderno o por el zen más ancestral es la escuela de mayores garantías.
Gracias por tu aportación María.
Es bien cierto todo lo que dices, Manuel.
Me ha llamado la atención, hace ya años, que se procura la emoción: todo el mundo llora en las bodas, en realities en TV; se busca manipular por la emoción (en los anuncios, también lo encontré en un determinado retiro religioso, que gusta tanto a todos, menos a mi). Parece que si se consigue emocionar, se ha conseguido el objetivo ( la boda ha sido preciosa, el programa TV, la experiencia religiosa….etc). Y nos volvemos a casa satisfechos. Y hasta la próxima consumición.
Eso no es más que superficial. Cierto que tenemos que interiorizar. Y si así, llegando a lo profundo de uno, aparece el llanto o cualquier emocion, por algo verdadero será, no por un factor externo y superficial.
Por otra parte, qué individualistas somos en nuestra generación. Qué individualismo tremendo campa en todos los ámbitos. Sólo buscamos el beneficio propio.
¿Cuándo haremos el ejercicio de penetrar en nuestros miedos, contradicciones, y también cuándo pediremos al universo fuerzas para sacar los grandes dones personales que tenemos dentro, reconocerlos, y así, salir a por las personas que nos rodean, contactar, amar, disfrutar…?
Confundimos consumir con compartir, emotividad con emoción, intensidad con profundidad…
Sensibilidad es sabiduría pero sobrexcitación es tontería.
Gracias por tus sabias aportaciones Elena. Me complace mucho leerte cada semana. Gracias.
Cuanta razón y cuanta claridad en la exposición, Manuel. Las redes nos aíslan y nos abruman
Gracias Gabriel. Te echaba de menos en este foro.
Hola Manuel,
Vuelves a llevarme a la confusión…entonces ¿tú también piensas que hay verdades? Y si es así ¿cuáles son para ti? Lo es ¿la existencia de una realidad objetiva externa a nosotros? ¿la validez de la razón para llegar a la percepción de la realidad? ¿El principio de no contradicción?
Hasta hace poco me había convencido que la autenticidad era algo importante, fue un amigo quien me llevó a esa conclusión. Él insistía que eso era lo que más valoraba en una persona. Como me costó entender qué quería decir acabé por enviarle una descripción de las carácterísticas de una persona auténtica o genuina, como le gusta más decir, y me confirmó que eso era. Al cabo de unos días, me comentaba que le parecía tonto que alguien no comprara en tiendas que eran contrarias a sus ideas siendo mejores (calidad-precio) , y le contrapuse que una de las características de las personas genuinas, tal como me había confirmado, era actuar de acuerdo con lo que piensa…recientemente vi un vídeo en el que se comentaba un libro de un pensador coreano, Han creo que se apellida, “La desaparición de los rituales* en el que decía que precisamente este encubramiento de la autenticidad llevaba a la destrucción de los rituales, y con ello a la falta de respeto al otro, a la mala educación, con la excusa de ser auténtico. Ahora no veo tan claro que la autenticidad sea un valor tan importante.
Por otra parte sí que es cierto que los 140 caracteres, los debates cronometrados, el establecimiento de una memoria única (vaya oxímoron) ha empobrecido extraordinariamente el debate y el lenguaje, (además como ahora hay que repetir cada palabra tres veces, con los tres sufijos a, o, e, para demostrar que uno es muy inclusivo, no da tiempo para decir mucho). Junto a ello, el que discrepa está mal visto, ahora si disiente de la verdad (con minúsculas) oficial es negacionista, y en general, ahora la mayoría prefiere el gregarismo. La cuestión es ¿cómo hemos llegado a esto? Aunque quizás lo más triste, sin duda para mí, es que la mayoría no sólo lo acepta, sino que al discrepante le expulsa, se le quiere fuera, callado, muerto.
Vaya ramillete de frentes en tu escrito, Meri. Confieso que incluso alguno de ellos se me antoja fuera del marco de mi post.
Pero como a mi sí que me gusta la discrepancia y el debate, vamos a por ello. Pero por partes, como decía Jack el destripador.
1, Cierto, las verdades son todas subjetivas, pero yo creo que no todas las opiniones tienen el mismo peso. Confundir democracia y populismo es como confundir ciencia y política. Todo es respetable, mientras no prevalezca una intención falaz.
2. Lo auténtico, lo genuino, tiende a la integración y no a la contradicción. No es un “Sí, pero…” sino un “Sí, y también…” La coherencia con nuestros propios valores por ejemplo, no debería estar al margen del respeto primordial a los principios universales. Hay algo de autorregulación orgánica en el ser humano, aunque eso pueda conllevar eones el comprobarlo.
3. Por otro lado, valores y consumo es bueno que estén ligados. Y en mi modesta opinión (en este tema si que cuento con algunos años de experiencia) lo están y lo estarán cada vez más. Cada consumo es un voto a un propósito que va más allá del producto o servicio adquirido para instituirse en una apuesta de futuro para la empresa, los empleados, los proveedores, los accionistas,,, y la sociedad a la que sirve en general.
4. Efectivamente, Byung-Chul Han es un crack desmitificando los conceptos del postureo pseudointelectual del momento. Ya en “la sociedad del cansancio” se cargaba el excesivo encumbramiento de la positividad y le atribuía el demérito de ser el germen de la generalizada depresión occidental. No es pues de extrañar que ahora cargue contra la autenticidad como patente de corso frente al respeto a una autoridad más competente.
5. Discrepar, confrontar, debatir no debería ser sinónimo de agredir, insultar y menospreciar. Confundir esos términos es manipular, engañar y empañar con ideología cualquier dialogo que pretenda ser abierto y plural.
6. Y ante tu última pregunta ¿Cómo hemos llegado a esto? Pues, paso a paso, aceptando falsas verdades que nos separan y distancian más que nos acercan, confundiendo libertad y autenticidad con pasotismo y mediocridad, consumo con valor, riqueza con sabiduría y trivialización con síntesis (valga aquí recordar que la síntesis hegeliana es precisamente fruto de la integración de tesis y antítesis)
En fin, estaría horas debatiendo contigo. Un verdadero placer que sin duda no cabe en un tweet.