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Sentirse visto

Sentirte visto o sentirte querido. ¿Qué prefieres?

Piénsalo bien. Creo que es una pregunta que invita a una larga reflexión y no me vale la rápida respuesta de una cosa va con la otra. Creo que no necesariamente, y es más, en muchas ocasiones la necesidad de sentirnos queridos, apreciados, pertenecientes a una familia, a un grupo o sistema, nos lleva a “empañar” las posibilidades de ser vistos en nuestra plenitud.

Me explicaré. En aras a sentirnos queridos y también a sentir que “somos capaces” de querer “como Dios manda” lo hacemos casi todo. Y ese casi todo demasiadas veces incluye el ocultar errores, dificultades, rasgos de nuestra personalidad que están ahí y siendo o sin ser dramáticos, forman en estos momentos parte inexcusable de nuestra identidad.

Bajo mi punto de vista, el amor incondicional en pareja no existe ni se le espera. El amor incondicional no es ni tan siquiera, en la mayoría de las ocasiones, el amor de madre (o de padre) porque obviamente ya está condicionado por la evidente aceptación cultural y social que ese afecto merece. El amor incondicional es tan universal e innominado como excepcional y alabado. De ahí que, en pareja, o incluso en cualquier otra relación interpersonal yo prefiera sentirme visto en mi totalidad (con todas mis virtudes y defectos, que de hecho son todos uno) que no sentirme meramente querido.

Y es que hay en el querer más mundano algo de encubierto mercantilismo (“Te doy para que me des.”) o contrariamente de poco saneado sacrificio (“Te salvo porque tú no vas a ser capaz.”) Insisto salvo tal vez honrosas excepciones.

Sentirnos vistos tal y como somos nos abre a una experiencia de compasión (budista más que caritativa) y cuidado mutuo que no es tan fácil cuando nos quedamos en ese complaciente entorno del querer.

No sé. No quisiera aburriros con argumentos racionales, en estos temas está claro que el sentir prima sobre el convencer, pero sí quería invitaros a la reflexión personal, reflexión en la que os sugiero atendáis más a la emoción que no a la respuesta puramente retórica.

La pregunta es clara: ¿Qué prima en ti como preferencia, sentirte visto tal y como eres, o sentirte querido sólo por lo que muestras y el otro necesita demostrar?

La respuesta es tuya (No olvides dejarla en los comentarios)

Foto de Amanda Dalbjörn en Unsplash

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