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No te preocupes.

Nada excita más la preocupación que la insistencia en decirnos que no nos preocupemos. ¿Será por aquello de “Excusatio non petita, accusatio manifesta”? ¿Será por falta de credibilidad, o simplemente por nuestra doliente capacidad anticipatoria negativa? Sea como fuere, la cosa es ¿Cómo podemos dejar de preocuparnos?

Cuentan los sabios que cuando una leona atrapa a una cebra, el resto de la manada, aunque a una distancia prudencial, se para tranquilamente a recuperar el aliento. En cambio, los humanos, dada nuestra bendita y maldita capacidad anticipatoria, no paramos de huir despavoridos de cualquier fantasía que se escriba tras un ¿Y si…?

Aunque no soy nada fan de la Terapia Cognitiva Conductual admito que llevan razón cuando aseveran que la pre-ocupación, entendida como un embrollo neurótico de la prudencia, es un disparate. Y desde lo mental lo argumentan con 4 buenas razones amparadas por lo empírico:

  1. En un 80% de las ocasiones esa preocupación obsesiva no se corresponde con la realidad que luego acontece. Sencillamente es una fantasía que genera una ansiedad baldía.
  2. Si acontece, recordemos, algo en improbable estadística, en la gran mayoría de ocasiones no resulta ni de lejos tan grave como pensábamos.
  3. Y si acontece y es realmente grave, también se demuestra que estamos mucho más preparados de lo que creíamos para afrontar el hecho.
  4. Y finalmente, también es un activo el saber que, aunque de entrada lo ignoremos, contamos con muchos más apoyos y ayudas de los que inicialmente valorábamos.

Sí, sí, ya sé que lo racional no lo es todo ni mucho menos, que lo emocional y lo pulsional pesa mucho, pero como decía Jack el Destripador vayamos por partes.

Parece claro que racionalmente no tiene mucho sentido el preocuparse. Pero ¿Cómo trabajar lo emocional y lo pulsional para calmar el ánimo?

Ahí es donde entra la Gestalt y la Terapia Existencial en nuestra ayuda.

Ahí ya no hay píldoras sanadoras como las que ofrece la mencionada TCC, ahí ya es cosa de proceso, pero a título de avanzadilla dejadme que os cuente dos “remedios” que a mí personalmente me han sido de gran ayuda:

  1. El anclarme en el presente y no admitir cháchara alguna que no me vincule al pensamiento útil aquí y ahora. El antivirus se llama “Si me preocupo me ocupo, y si no, me despreocupo.”
  2. La meditación como remanso de paz, en el que simplemente con la práctica de acallar la mente aflora una calma que va más allá de nuestra usual prepotencia, juicio crítico o resistencia a soltar el control.

En fin, yo os diría que si con estos seis “analgésicos” el dolor de cabeza persiste consultéis a vuestro médico o terapeuta. Conozco uno bueno. Podéis pedirme información.

Foto de Samuel Regan-Asante en Unsplash

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