Históricamente los monjes zen han sido poco habladores, es decir, de un carácter marcadamente ejecutivo. Las enseñanzas zen son mayoritariamente de tradición oral, lo que ha permitido no sólo interpretarlas con cierta flexibilidad, sino también ganar en grandeza a lo largo de los siglos. Con estas bases, me permito lanzar tres sugerencias muy breves sobre lo que, en mi opinión, podrían ser buenos consejos para los líderes de este nuevo milenio.
- Aunque la meditación es bálsamo y medicina frente al estrés, la ansiedad y la angustia vital, no deberíamos confundir una cosa con la otra.
El estrés se circunscribe al presente, a un exceso de focos atencionales (¿multitasking?) y puede paliarse con un cambio de actitud.
La ansiedad afecta ya al futuro, aunque puede ser fruto de un estrés crónico, y atiende a lo que popularmente entendemos como pre-ocupación (repetido síndrome de dificultad anticipatoria) En este caso, hablamos de que afecta a nuestras creencias, y… si cambiar de actitud es como actualizar una aplicación, cambiar creencias heredadas por convicciones personales implica cambiar de “sistema operativo”. No es tan sencillo.
Y finalmente, la angustia vital demuestra raíces muy profundas en el pasado, en la infancia o… incluso más allá (¿Epigenética? ¿Karma?) siendo necesaria una aún más delicada revisión de nuestro guion de vida.
- Sin un buen equilibrio entre autoestima y autoexigencia nos perdemos en la prepotencia, la impotencia, el perfeccionismo o el pasotismo.
La autoestima (más allá de los “estados carenciales” de la infancia) no puede alimentarse sólo de halagos. La sana autoestima, la que nos permitirá disponer de una sólida capacidad de frustración, es decir capacidad para sostener mejor la incertidumbre y las situaciones más difíciles, sólo se nutre del trabajo bien hecho.
La autoexigencia por otro lado, si queremos que fluya debe equilibrar reto y habilidad para no caer en aburrimiento ni “abrumamiento”.
- Sin un buen equilibrio entre agradecimiento y asertividad nos perdemos en la cháchara y la inefectividad.
Agradecer la oportunidad de vivir, de experimentar, de compartir, de hablar el mismo “idioma emocional” que nuestro interlocutor, de trabajar bien en equipo, en suma, resulta fundamental para integrar voluntades y optimizar empeño en un mismo propósito.
Pero, no podemos quedarnos ahí, sin asertividad sólo hay buena voluntad, y todos sabemos que no sólo de intenciones vive la empresa.
En fin, que, para liderar, hoy más que nunca, es necesaria una mente zen, mente apacible.
¿Quieres saber cómo hacer de tu empresa una buena compañía? Pídenos info@texistencial.com
Photo by Joshua Steinberg on Unsplash
Hola Manuel,
Por líderes te refieres ¿a los que dominan el mundo o a las marionetas colocadas y guiadas por aquellos?
Porque yo a los primeros tampoco les diria nada, pero haría lo posible porque su liderazgo acabara rápido dado que su poder sólo trae su beneficio y el perjuicio de la mayoría. Si te refieres a las marionetas…no son líderes, por tanto tampoco habría nada que decirles.
A quienes sí hay mucho que decirles es a los demás, a los que creen lo que unos y otros les cuentan y que no hacen uso de su mente, tienen una visión crítica. Recientemente hablando con mi cuñada, que es profesora en un colegio de Barcelona, me explicó que comentando ella con sus compañeros de trabajo las medidas adoptadas por los gobiernos en el último año, el único argumento de los otros era que los gobiernos quieren nuestro bien y por eso hay que aceptar todas las medidas porque son buenas (por más absurdas que sean)
Me parece que esto no tiene nada que ver con tu tema, pero alguien tenía que decirlo y como nunca he sentido estrés ni ansiedad…
Feliz día Manuel
Hola Meri.
Por líderes entiendo quienes tienen bajo su responsabilidad motivar, orientar y acompañar a otros.
Como en todo, hay líderes oportunos e inoportunos, beneficiosos y perjudiciales… pero como tú ya intuyes no es objetivo de este escrito juzgarlos, sino ayudarles con herramientas que pueden serles de utilidad cuando quieran pasar del mapa al territorio, del propósito a la acción.
Merciii Meri.