Cada día que pasa siento mayor aversión a las idealizaciones.
Y es que de las idealizaciones nacen las ideologías y su “consecuente” proselitismo, pero también las expectativas y su “consecuente” desengaño.
Es un pez que se muerde la cola. Vivir en la desazón nos lleva a idealizar y pensar en “una mejor vida”, porque no hay duda de que una vida insatisfactoria invita a soñar en una trascendencia vertical aspirando a que, algún día, alcancemos algo mejor.
Recuerdo una frase del teólogo Dietrich Bonhoeffer que decía “Dios es aquel que viene, y llegará mañana”. Siempre me llamó la atención esa sentencia. Me recuerda la insistencia infantil de las grandes rutas en las que los pequeños preguntábamos a los padres “¿Falta mucho?” Y ellos siempre respondían “Ya estamos llegando.”
Estoy convencido de que si Dios existe está aquí y ahora en nosotros, porque Dios es hecho y no promesa. No vende humo ni incienso, sino que provee de compasión y solidaridad.
Una creencia basada en la esperanza no puede competir con otra bien anclada en la fe. La esperanza es el bebé de la fe. Cuando crecemos (física y espiritualmente) el deseo, la culpa y la expectativa se tornan fe, responsabilidad y confianza,
Hay ahí un cambio radical, un abismo de luz, en el que la individualidad se vuelve unidad y el descanso en esa red sí es eterno.
Una vida feliz y bien anclada en el presente, apunta claramente a una inmanencia horizontal, compasiva y solidaria. Pero no olvidemos que también una vida llena de dificultades puede ser fuente de luz y aceptación si la vivimos por encima de la renuncia y resignación. Cuando la dificultad es acicate y oportunidad, no hay nada perdido, estamos siempre en actitud ganadora.
Y todo esto trae a mi memoria la primera noble verdad del budismo: el dolor es inevitable, el sufrimiento opcional. Trascender el ego significa dejar a un lado la infantil trascendencia vertical y jerárquica para saltar a una trascendencia horizontal e igualitaria en la que nuestro trabajo no es obedecer sino agradecer, no es enfrentar sino integrar, no es resignarse sino aceptar, no es victimizarse sino enorgullecerse, no es esperar sino obrar.
Todo ello me lleva a esa frase tan capital de: “No es importante lo que ocurre, sino lo que hacemos con lo que ocurre.” ¿No crees?
Foto de Jim Bonewald en Unsplash
Magnífico post por su trascendencia y su mensaje conciliador entre los términos fe y esperanza.A mí me resulta más cómodo el término esperanza por aquello de que ya vendrá lo que se espera … Gracias por hacernos pensar!!
Esperanza vs. Fe. Magnífico debate, sin duda. Gracias María por tu comentario.