Inspirados por Tom Heckel.
El reto de hoy en día es integrar lo espiritual en lo cotidiano, o dicho de otra manera alcanzar una presencia espiritual, un estado, o mejor una dinámica, que evidencie el íntimo vínculo que hay entre intuición y compasión.
Pero todo arranca de ver nuestra vida como un camino de aprendizaje, un camino que va del desarrollo personal al desarrollo espiritual en un proceso de sucesiva expansión de la conciencia.
Tom nos cuenta que el desarrollo personal nace de las ganas de ENCONTRAR. Ahí nos reconocemos miles de buscadores clamando un “Me falta… algo que necesito recuperar.” Pero persistir sólo en esa introspección nos advierte, es quedarnos en contracción.
“Si sólo miras lo que te falta no ves lo que tienes”
El desarrollo espiritual parte de otra premisa: “Tengo… algo que quiero compartir.” Es decir, nace de las ganas de DAR, de la energía en expansión. Ahí vemos que lo que necesito está ya presente, aunque sea en su potencialidad en el aquí y ahora.
Si yo cambio, todo cambia de perspectiva. Si abandono la perspectiva que mira desde lo alto de la cabeza, desde la individualidad, desde el dinero y el poder, y me enfoco en el sentir, la compasión y el corazón, todo cambia. Pasamos de la escasez a la abundancia, de la acritud a la gratitud con sólo respirar desde un corazón en expansión.
El desarrollo espiritual no es más que una etiqueta para ese viaje que va de lo mental a lo emocional, y de lo emocional a lo principal. Y el punto de partida está en tomar conciencia de la perfección que hay en lo que hay (aunque sea bajo la apariencia de un pinchiaraña)
Tom cuenta ahí la anécdota de su encuentro con un gurú ermitaño del Himalaya al que le preguntó ¿No te sientes culpable por no compartir tu sabiduría? A lo que el sabio respondió: ¿Quién te ha dicho a ti que no esté compartiendo?
Genial. Ahí está el secreto: COMPARTIR, compartir es la clave. Si compartimos, si nos conectamos, la iluminación del corazón es planetaria.
Siempre nos falta algo y siempre podemos dar algo, pero si el acento lo pongo en lo segundo, curiosamente, lo primero se alimenta solo. El crecimiento espiritual va de esto, de transformar esta pesadilla en oportunidad, la gran oportunidad de ser felices.
La pandemia trajo el pánico, pero el pánico nos ha brindado la oportunidad de la presencia, con todo su potencial para este desarrollo espiritual tan esperado.
Y es que el planeta no necesita más maestros, necesita más ávidos aprendices de felicidad que estén deseosos de observar con atención y compartir todo lo que van descubriendo, sabedores de que al hacerlo están multiplicando el potencial global. El maestro está dentro de nosotros, pero no ejerce si no se abre al otro.
¿Vas a morir de miedo o vas a convivir en felicidad? Nos pregunta finalmente Tom. Y es que la felicidad, nos cuenta, no es más que la maravillosa sensación que nos empuja a compartir y a avanzar juntos.
La cortina para entrar en esta dimensión es más delgada ahora, pero ¿Estamos preparados para correr definitivamente esa cortina? ¿Estamos preparados para amar y compartir sin tanto juicio ni castigo?
Y termina: “Todo lo que es cuento es fruto de 50 años contemplando esta locura.” Cuanta emoción tiene.
Foto de Brett Jordan en Unsplash