Dar y recibir.
Dar y recibir, recibir y dar; constantemente andamos metidos en esa dinámica, y como a tantas y tantas otras cosas, no le prestamos atención.
¿Tu eres más de dar o de recibir? ¿Qué te cuesta más?
La mayoría respondemos de piloto automático que lo que más nos cuesta es recibir, dejarnos cuidar, dejarnos caer, pero me temo que hay mucho de presión social en esa apreciación. Occidente y el competitivo mundo en el que vivimos ensalza la autonomía, la independencia, la no necesidad del otro, pero lo cierto es que somos seres relacionales y que, sin caer en enfermizas confluencias, el otro nos es muy necesario.
En mi opinión no podemos dar sanamente sin recibir. No necesariamente lo mismo, ni en la misma proporción, cuando hablamos de emociones e intangibles, esto se hace obvio, pero sí que siempre es bueno un cierto toma y daca. Nada mercantil sino como algo limpio y pueril.
Quien sólo da arriesga a convertirse en “Salvador” (y luego “Perseguidor” y luego “Víctima”) Quien sólo recibe arriesga a convertirse en “Sabelotodo” (y “Prepotente” y “Victima” también de sus propias fantasías) Por lo tanto hay que saber dar y recibir, recibir y dar, sin menospreciar nada ni milimetrar intercambio.
Dar un cuidado, un consejo, un consuelo o incluso un aviso de confrontación debe ir acompañado de poder y saber recibir simultáneamente esos mismos regalos.
Y con ello llegan pues las verdaderas preguntas a formularnos:
¿Sé dar lo que estoy en condiciones de dar? ¿Sé pedir lo que necesito recibir?
Ahí hay más miga, porque como he comentado en alguna otra ocasión la felicidad tiene tres patas:
- Saber lo que quiero
- Saber lo que necesito (pedir/recibir)
- Saber valorar lo que tengo (para agradecer/dar)
Equilibrar pues esa dinámica entre el dar y recibir supone afianzar dos tercios de ese preciado bien que es el disfrute del camino.
Si te cuesta dar, entrena, practica. Si te cuesta recibir, entrena, practica.
Lo interesante es que, como tantas y tantas otras veces, al que se le da bien agradecer/dar no se le da tan fácilmente el pedir/recibir, y viceversa. Y es que la vida tiene una precisión divina para invitarnos a aprender de la empatía y compasión. El otro no es ni mejor ni peor, es diferente. Puestos a aprender, no hay mal que por bien no venga.
Foto de Annie Spratt en Unsplash
A veces me cuesta recibir, pero voy aprendiendo pensando que cuando doy me gusta que el otro reciba con gusto, por tanto al recibir intento reaccionar como me gustaría que reaccionara el otro al darle algo yo
Feliz Semana Santa
Gracias por tu fidelidad al comentario Meri.
Ganes de veros.
Un abrazo y una muy feliz Semana Santa!